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El viernes me mandaron vía mail un pequeño cuestionario para saber mi opinión acerca de los hechos del jueves (desde el punto de vista de la cultura y etc). Era para una nota de El Universal. Lo leí tarde pero contesté de inmediato. La nota sale el día de hoy sólo con la opinión de Hache. Ooops, ni modo: o no llegó a tiempo el email o, sniff sniff, lo que dije no era importante. En fin, les comparto las preguntas y mis respuestas.
¿Cuál es tu percepción de los enfrentamientos entre el narco y el ejército que se han escenificado en días recientes, sobre todo cómo lo han recibido los habitantes? El enfrentamiento directo es algo que se debió evitar con labores de inteligencia y el empleo de otras estrategias. El despliegue del jueves más que ayudar a la causa de la seguridad, nos muestra una incapacidad de reacción y acción planificada por parte de las autoridades. Además, ayudó enormemente para generar un discurso en los medios que ahonda la percepción social de zozobra e intimidación.
La violencia -real y simbólica- de los enfrentamientos, la impunidad manifestada por el narco y el poner en el cruce de fuego a la sociedad civil han disparado la sicosis social. La estrategia del miedo funciona a nivel calle, de forma casi inmediata, sin razonamiento al no contar con la información precisa, concisa y clara de lo que está pasando en realidad.
Entonces, es obvio que la mayoría de los tijuanenses nos sintamos impotentes, tristes, conmovidos, indignados o resentidos ante lo ocurrido. No nos lo merecemos.
¿Cuál es el impacto de esos hechos en la sociedad tijuanense? Por una parte, es devastador porque este hecho nos toca de alguna forma a todos. Hasta quienes somos unos malditos optimistas y creemos en el esfuerzo de las autoridades, vimos live and direct como nuestro sueño de seguridad corría aprisa, asustado, con las manos en la cabeza, tapándose los oídos, sin saber ni tener idea de lo que está pasando. Justo como esos niños que vimos como loop en la televisión. Creo, el tiempo pondrá las cosas en su justa dimensión, que estamos ante otro parteaguas en la historia reciente de Tijuana.
Por otra, saca a flote una de las características del tijuanense: su capacidad de adaptación a situaciones extremas y la de poder continuar con su vida cotidiana a pesar de la adversidad. La violencia por más dura y cerca que se viva, no detiene el impulso de la ciudad. Ni a quemarropa (no hay que olvidar que nuestra ciudad está hecha de forjadores y quitamiedos).
¿Qué repercusiones culturales podrán tener esos acontecimientos? Hay quien dice que ya nos estamos acostumbrado a este grado y ritmo de violencia, que no hay una sensibilidad social ni una conciencia de nuestra presencia/aporte para el bienestar de una comunidad que hoy se ve en la indefensión.
Contra la impunidad -en cualquier sentido-, habría que responder con ética y respeto (sí, esos valores tan a la baja). La tolerancia, dicen, nos puede hacer débiles. Hoy lo somos y así lo manifiesta la sociedad casi de forma general (por eso la intención de huir, de refugiarse en esas islas de seguridad electrónica, de abandonar la vida pública, del aislacionismo psicológico).
También los medios ayudan a una victimización que no creo resulte en nada bueno. Ante los hechos, hay que volver tomar la calle, que siga siendo nuestra. Es casi nuestra única forma de resistencia para llevar una existencia digna y libre. Quedarnos estancados o perplejos ante los hechos, nos hace blanco perfecto para esta y otras desgracias.
¿Terapia general para la ciudad? Acciones concretas, medidas justas, resultados evidentes. Eso serviría.
Hay una teoría que dice que en ambientes tragicos o difíciles, la creación artística es más frecuente. Un amigo me comentó por email que justo el jueves, en medio de la balacera, alguien estaba creando algo, dándole la vuelta de tuerca a esta situación: el diseño animado de una bala feliz que da la bienvenida a Tijuana. ¿El nombre del personaje?, Happy Bullet.
19 de enero de 2008
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