10 de agosto de 2007

del weekend

friday night fever



Una vuelta al inicio. Otro club. Sin velvet rope ni guardias de seguridad malencarados. Con cheap drinks y equipo de sonido modesto. Con local dj´s y un público que va más a bailar sin parar toda la noche que a la pose de lista y desfile que no da para más. ¿Romanticismo demodé? Algo hay.

¿La música? Demasiado nostálgica para mi, un poco impostada, perdida en la tendencia bits ´n´ pieces que domina esta temporada. Limpiapistas de otras épocas, horteradas del verano del 85, los noventa más cliché juegan en cancha propia. Lo que hay que escuchar (voy por una cerveza).

Sin embargo, hay en este lugar una serie de puntos que une la trayectoria de los pocos clubes de arriesgue que han existido en Tijuana (pansexuales, desmadrosos, peligrosos, divertidos). Pienso en el Last del 92, en la Casa de Alvarado en el 93, en el Club A del 94, el Rana´s del 97, el BT en el 2002... Bailo y pienso, reflexiones al ritmo de LCD Soundsystem, Justice y un puñado de temas electro clasheros tardíos. Semioclastia aplicada, tijuanizada, la fiesta no tiene porque estar descontextualizada teoricamente.

A veces, en ciertas situaciones, me detengo un poco a ver los accidentes que provoca la indiferencia, el desconsuelo, el desarraigo o la fe que mantiene la gente como reserva para días o noches así. Sé, de antemano, que pierdo mi tiempo buscando el underground que ya no existe; atrapo retazos y momentos fugaces. Por eso importa el placer antes de la banalización, el intercruce de información que me permita en situaciones como esta, moverme con cierta tranquilidad en diferentes coordenadas. No me puedo quedar quieto, lo mío -lo he dicho hasta el hartazgo- es fluir.

Jouissance, diría Barthes. A bliss moment, agregaría Simon Reynolds. La música sube de intensidad, el volumen me abraza. Es un recuento acelerado de lo mejor y lo peor de los últimos 25 años en un tinglado que acepta un montaje coreográfico más cercano a un hc-punk show de principios de los 80. El DJ al centro, sus amigos detrás apurando al personal a meterse en la onda, a perder el tipo, a entender el mensaje, a estimular los sentidos y, simplemente, dejarse llevar en una inmersión total que raya en el fascismo (el popular Todo vale es algo más que una categoría de lucha).

Aun en ese falso escenario inclusivo, no desaparezco. Esto representa una porción, pequeña tajada de capital simbólico, abrigada tras el momentáneo escape. Si, esto ha sido una intelección que bordea una caducidad muy cercana. ¿Cuál es el significado? ¿Qué vamos a hacer cuando esto se acabé?

Observo desde mi esquina, justo en la periferia de la pista de baile inexistente, bajo el par de bocinas a los asistentes: the scenesters, la tribu RG, los re´teens, los avant-gays, los fashion victims, the old crew of tj party people, los músicos electrónicos, los emo-kids perdidos, los dance junkies del last weeekend. Exiliados todos de la noche mainstream tijuanera, de los lugares de siempre, de la gente que sale el fin de semana y no suda. Nosotros, que la vivimos a tope, sí.

La noche se mueve, insisto.

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